Sumario: | Cien años antes de que los godos se asentaran en Hispania, a comienzos del siglo IV, el emperador de Rávena les encomendó el orden público en las provincias galas al sur del río Loira. Cuando, en los años ochenta del pasado siglo, Ana María Jiménez Garnica despertó su interés por este pueblo, se aceptaba que, entonces, los godos habían dado vida a un reino autónomo, casi independiente, que se llamó de Tolosa por analogía con el posterior de Toledo. Este libro plantea una visión renovada, fruto de la relectura exhaustiva de las fuentes antiguas y de la contextualización de los godos de Occidente en el mismo marco compartido por otras gentes, que, como ellos, procedían del exterior del Imperio Romano.
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