Sumario: | La necesidad de protegerse de su competencia lleva a las empresas a levantar continuas cortinas de humo fabricadas a base de datos poco fiables, rumores y desinformación. Con ellas tratan de ocultar a los ojos ajenos sus verdaderas intenciones. Ante semejante actitud, es preciso luchar con un arma que sepa enfocar allí donde se encuentra la verdadera información. Esa arma es la inteligencia competitiva, el ojo entrenado para escudriñar entre los falsos indicadores y descubrir lo que de verdad la competencia se trae entre manos. Un ejecutivo dotado de una alta inteligencia competitiva recibe en su mesa de trabajo el conjunto de datos sobre sus competidores directos. Su misión es analizarlo con atención, separar el grano de la paja y, de ese modo, obtener la ventaja competitiva. La inteligencia competitiva es una disciplina al alcance de todo aquel que desee desarrollarla. Es decir, no es patrimonio de los bendecidos con ese talento, sino que puede aprenderse y ser aplicada por cualquier empleado. Hoy en día, entrenar esa capacidad es más necesario que nunca. Aunque a las empresas actuales les resulte relativamente fácil acceder a la información sobre su competencia, analizarla y gestionarla en ventaja propia es cada vez más complicado a causa de su carácter borroso, escurridizo y abrumador. Es precisamente aquí donde el papel de la inteligencia competitiva cobra toda su relevancia: saber encontrar esa información, utilizarla en beneficio propio y con la suficiente rapidez como para adelantarse a las prácticas del rival es la llave del éxito para toda empresa que mira al futuro.
|